¿Qué nos dice Daniel Gilbert en su libro: "Tropezar con la felicidad"?
"Al igual que el alimento que dan los granjeros a sus cochinos, cuando nuestros amigos, profesores y familiares nos transmiten cierta bazofia tienen la intención de hacernos felices. Pero, a diferencia de la bazofia para los cerdos, la bazofia o basura que transmiten los humanos no siempre logra su objetivo. [...] las ideas pueden prosperar si contribuyen a conservar los sistemas sociales que les permiten ser transmitidas. Como los individuos no suelen tener la sensación de que su deber personal sea preservar el sistema social, esas ideas pueden disfrazarse de recetas para obtener la felicidad personal. Cabría esperar que tras pasar un tiempo en este mundo, nuestras experiencias hubieran desacreditado esas ideas, pero no siempre funcionan así. Para aprender de nuestra experiencia, debemos recordarla, y, por una serie de razones, la memoria es una amiga desleal. La práctica y el entrenamiento logra que nos deshagamos de los pañales y nos pongamos pantalones, pero no sirven para sacarnos del presente y llevarnos al futuro. Lo irónico de este dilema es que la información que necesitamos para hacer predicciones acertadas sobre nuestro futuro emocional está justo delante de nuestras narices, pero no recordamos su olor. No simpre tiene sentido hacer caso a lo que nos dicen los demás cuando hablan de sus creencias sobre la felicidad, pero sí tiene sentido observar lo felices que son en distintas circunstacias. Por desgracia, nos consideramos entes únicos -mentes sin par- y, por eso, solemos despreciar las lecciones que la experiencia emocional de los demás tiene que enseñarnos.”
"Al igual que el alimento que dan los granjeros a sus cochinos, cuando nuestros amigos, profesores y familiares nos transmiten cierta bazofia tienen la intención de hacernos felices. Pero, a diferencia de la bazofia para los cerdos, la bazofia o basura que transmiten los humanos no siempre logra su objetivo. [...] las ideas pueden prosperar si contribuyen a conservar los sistemas sociales que les permiten ser transmitidas. Como los individuos no suelen tener la sensación de que su deber personal sea preservar el sistema social, esas ideas pueden disfrazarse de recetas para obtener la felicidad personal. Cabría esperar que tras pasar un tiempo en este mundo, nuestras experiencias hubieran desacreditado esas ideas, pero no siempre funcionan así. Para aprender de nuestra experiencia, debemos recordarla, y, por una serie de razones, la memoria es una amiga desleal. La práctica y el entrenamiento logra que nos deshagamos de los pañales y nos pongamos pantalones, pero no sirven para sacarnos del presente y llevarnos al futuro. Lo irónico de este dilema es que la información que necesitamos para hacer predicciones acertadas sobre nuestro futuro emocional está justo delante de nuestras narices, pero no recordamos su olor. No simpre tiene sentido hacer caso a lo que nos dicen los demás cuando hablan de sus creencias sobre la felicidad, pero sí tiene sentido observar lo felices que son en distintas circunstacias. Por desgracia, nos consideramos entes únicos -mentes sin par- y, por eso, solemos despreciar las lecciones que la experiencia emocional de los demás tiene que enseñarnos.”
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