¿Qué nos dice Fadela Amara en su libro: "Ni putas ni sumisas"?
(...) Es preciso clarificar lo que ha de ser un movimiento feminista en la actualidad y para ello es necesario realizar un balance de las luchas del pasado y de la manera en que se han llevado a cabo. Porque la regresión en la condición de las mujeres que observamos hoy en día en Francia tiene tintes de fracaso colectivo.
También estoy convencida de que hay que dejar de pensarse como mujer víctima y de concebir la lucha exclusivamente en términos de guerra de los sexos. Este discurso probablemente resultó útil en la década de 1970 para librar la batalla de la igualdad y tal vez fuera la mejor forma de conseguir determinados resultados. Pero hoy en día carece ya de sentido. Con semejantes esquemas lo que se hace es desencadenar la guerra en las barriadas obreras. Creo que hay que partir de situaciones concretas y mantener el discurso universalista, considerando a hombres y mujeres como ciudadanos que gozan de los mismos derechos. Para mí, la ciudadanía no tiene sexo. No cabe duda de que la sociedad se compone de hombres y mujeres, pero todos ellos son, ante todo, ciudadanos de la República, y ésta les garantiza la igualdad. En Francia, en general las mujeres se benefician de las conquistas de los movimientos feministas. Los derechos existen. Ahora es preciso aplicárselos a todas, incluidas las chicas de las barriadas obreras. Los grupos feministas constituidos deben comprender que, más allá de la batalla por el respeto a los derechos de las mujeres consagrados por la Constitución y por la ley, lo que urge es la cuestión social y también la República. (...)
(...) Es preciso clarificar lo que ha de ser un movimiento feminista en la actualidad y para ello es necesario realizar un balance de las luchas del pasado y de la manera en que se han llevado a cabo. Porque la regresión en la condición de las mujeres que observamos hoy en día en Francia tiene tintes de fracaso colectivo.
También estoy convencida de que hay que dejar de pensarse como mujer víctima y de concebir la lucha exclusivamente en términos de guerra de los sexos. Este discurso probablemente resultó útil en la década de 1970 para librar la batalla de la igualdad y tal vez fuera la mejor forma de conseguir determinados resultados. Pero hoy en día carece ya de sentido. Con semejantes esquemas lo que se hace es desencadenar la guerra en las barriadas obreras. Creo que hay que partir de situaciones concretas y mantener el discurso universalista, considerando a hombres y mujeres como ciudadanos que gozan de los mismos derechos. Para mí, la ciudadanía no tiene sexo. No cabe duda de que la sociedad se compone de hombres y mujeres, pero todos ellos son, ante todo, ciudadanos de la República, y ésta les garantiza la igualdad. En Francia, en general las mujeres se benefician de las conquistas de los movimientos feministas. Los derechos existen. Ahora es preciso aplicárselos a todas, incluidas las chicas de las barriadas obreras. Los grupos feministas constituidos deben comprender que, más allá de la batalla por el respeto a los derechos de las mujeres consagrados por la Constitución y por la ley, lo que urge es la cuestión social y también la República. (...)
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