16 de diciembre de 2009

Érase una vez Eva


¿Qué nos relata Youssef Masry en su libro "Drama Sexual de la Mujer Árabe"?

Por fin llega el día fatídico. "En los pueblos, la operación tiene lugar en el suelo de la casucha paterna. Los hombres están ausentes, pero las parientes y amigas de la familia asisten a la mutilación. Una de ellas inmoviliza a la paciente sujetándola los brazos, mientras otras paralizan sus piernas manteniéndolas separadas... entonces la comadrona interviene con una lentitud calculada y destinada a realzar su propia importancia. Su mano palpa una vez más el órgano, abre y separa al máximo los labios superiores de la vagina de modo que salga la minúscula masa que quiere amputar. En este momento, aparece ante los ojos de la niña, que forcejea cuanto puede, la mano derecha provista de una navaja, una vulgar navaja de barbero. El clítoris es inmovilizado por la raíz, entre el pulgar derecho y el filo de la navaja. Bien afilado, bastará una simple presión para mutilar a la pequeña y privarla para siempre de su derecho natural al órgano... La ablación resulta particularmente dolorosa, pues es inútil precisar que, según la costumbre de dos o tres mil años, la operación se practica siempre a lo vivo, sin la menor anestesia. ¿Cuidados postoperatorios? Un poco de café molido sobre la herida sangrante para detener la hemorragia. ¿Y luego? Para empezar, y durante una decena de días, la infeliz tendrá que procurar no juntar las piernas: andará con las piernas separadas y, por la noche, le pondrán un almohadón entre los muslos. Efectuar la ablación por la base es una precaución indispensable. En efecto, impide que la cicatrización se produzca en una superficie limitada, o que se traduzca por la soldadura de los bordes del clítoris a nivel de los labios inferiores, haciendo perder a la zona vaginal una parte de su elasticidad... Pero por poco torpe que sea la comadrona, por poco que baje su vista, que tiemble su mano, que su instrumento no sea lo suficientemente cortante, que su paciente haga falso movimiento en un mal momento, que la lámpara de aceite que ilumina el campo operatorio difunda una luz incierta o que la practicante juzgue la cosa deseable, la ablación será tan profunda que el nervio principal quedará al desnudo. Entonces el menor contacto provoca unos dolores intolerables... Algunas se vuelven incapaces de soportar el coito; el menor contacto, incluso a través de los labios cerrados de la vagina, será insoportable..."