13 de noviembre de 2009

El ideal de mujer


¿Qué nos dice Anna Freixas Farré en su libro "Abuelas, madres, hijas. La transmisión sociocultural del arte de envejecer"?


Dentro de nuestras sociedades "primermundistas" hay una fuerte tendencia cultural a reservar a a la juventud la cualidad de tener y vivir la sexualidad en toda su potencialidad. Este aspecto ha sido de especial importancia para las mujeres en una cultura en la que la "feminidad" está fuertemente asociada con la forma física, la juventud y la belleza. La idea del cuerpo fomentada por los discursos no sólo produce una imagen fragmentada de los sujetos, sino que introduce una lectura de carácter estético que se cuela como una cuña en la configuración que realizamos como mujeres. El ideal de mujer contiene tres ingredientes básicos: delgadez, juventud y belleza. Esta combinación revela no sólo el rechazo al cuerpo en transformación y el empeño en borrar las marcas del tiempo que se significan como símbolos de fealdad y decadencia, de falta de control y de fracaso social, sino también una tendencia uniformadora que trata de hacer desaparecer la individulidad diferenciadora bajo el imperio de un patrón uniforme y rígido de desarrollo. Este ajuste a un modelo ideal influye directamente en el autoconcepto y la autoestima de las mujeres. El cuerpo moldeado bajo la disciplina de las técnicas físicas, las intervenciones quirúrgicas y las dietas se convierte en una preocupación fundamental como signo de salud pero, sobre todo, de integración social. Puede parecer que el cuerpo femenino se ha emancipado de sus antiguas servidumbres, ya sean procreadoras o vestimentarias, pero no ha dejado de estar sometido a presiones estéticas más regulares, más imperativas y más ansiógenas que el pasado. La mujer debe evitar aparentar su edad a toda costa y la industria cosmética vive de las rentas de revitalizantes, mascarillas, compactos, enjuagues, lociones, cremas limpiadoras, exfoliantes. El afán por retrasar el envejecimiento supone en algunos casos estar dispuestas a dejarse aplicar inyecciones de la toxina botulina para inmovilizar los músculos faciales y evitar la formación de arrugas.

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